Hoy
es el día de San José, el esposo de la Virgen María. La historia lo recuerda
como un hombre de bien, trabajador, esposo abnegado, comprensivo y sobre todo,
con una fe inquebrantable. Él creyó en
Dios y en Su plan divino de mandar a Su hijo a salvarnos a través de una joven
que él, San José, aceptaría como esposa. Además, cuidaría de Jesús como hijo propio. Fue guía, soporte, maestro y educador del
hijo de su esposa, la Virgen María.
Jesús recibió y creció con ese amor y también lo amó. San José, la Virgen y Jesús fueron una
familia que hoy muchos seguimos poniendo de ejemplo.
Incluso, familias como la mía. Familias “disfuncionales”, nos llaman... y
bueno, si ese es el término sicológico, sociológico y demás, está muy bien, a
la larga es lo de menos. Pero, es cierto
que somos un poco diferentes, estamos formadas por una pareja la cual aportó
con hijos que no son hijos del ahora esposo y jefe de familia y/o de hijos que
no son hijos, de la ahora madre o mujer del hogar. Pero nos amamos y cuidamos como una familia
“común”.
San José es el mejor ejemplo del amor del padre
que la historia nos ha ofrecido, indistintamente de la religión que se profese
o de cualquier creencia, incluso, para esos hombres que como en el caso de mi
familia y la de muchos, le tocó hacerse padre de unos niños que no son propios,
producto de una decisión que nace del amor.
Son
hombres que deben ser lo suficientemente humildes para reconocer que “son
padre, pero no lo son”, comprendiendo lo confuso de la situación y que conlleva
un juego de sentimientos y decisiones marcados por los límites pero
sobrepasados, exclusivamente, por el amor y la entrega.
Hoy quiero honrar a todos esos hombres llamados
por el diccionario “padrastros”, pero que son más que una simple definición
envuelta en una palabra tosca, fuerte y que “suena” sin sentimientos.
Honro a esos hombres que aceptaron estar con una
mujer por amor y cargaron con sus cargas con valentía. Que a pesar del miedo y de las dudas de hasta
dónde pueden llegar o cómo se debe hacer, siguen ahí, incluso con el temor de
tener en sus manos una responsabilidad que no es totalmente suya, dando lo
mejor de ellos y haciendo lo mejor que pueden.
Es importante que sepan que lo que dan es más que suficiente.
San José supo ocupar su lugar, el lugar que la
historia le puso y que era necesario para ese plan divino y estuvo a la altura
de las circunstancias. Al igual que él,
muchos hombres luchan diariamente lograr estar a la altura de las
circunstancias y hacer propio ese papel de “padre” que la vida les puso y que
seguro ni se imaginaban. San José es un
ejemplo para todo tipo de padre, para el que tuvo la suerte de vivir siempre
junto a sus hijos de sangre y para los que les tocó vivir junto a los hijos de
otro.
Hay
muchos hombres que hoy se merecen este reconocimiento. Hijos puestos o impuestos, eso es lo de menos,
lo importante es saber responder a las situaciones que te puso la vida y como
San José, dar lo mejor de ellos por y con amor.
Gracias a ellos por estar y por
su infinito amor.