lunes, 4 de mayo de 2015

¿Para qué Dios creó a los imbéciles?



Hay muchas preguntas que le haré a Dios cuando me encuentre con El en el cielo, pero hay una en particular que quisiera que me la pudiera responder ahora mismo (es que me cuesta un montón comprender el uso que tienen los imbéciles en la vida de uno) realmente, quiero saber ¿para qué Dios creó a los imbéciles?

Es común pensar que todo tiene una razón de ser en la vida, que cada cosa trae consigo una enseñanza y que cada ser humano, por muy raro que a veces parezca, aporta con algo en la vida de las personas con las que tiene contacto, por lo tanto, en el sociedad en general y en el mundo.  Sin embargo, hay uno que otro imbécil por ahí del que no logro comprender su utilidad. 
Puedo entender que uno cometa errores, que repita ciertas equivocaciones y hasta que hagamos cosas sin querer, pero hay cada personaje que pareciera que se esfuerza por mostrar su estupidez con la necesidad de entregarle al mundo un gran aporte de malos momentos y decisiones mal tomadas, una tras otra. 

Para quienes nos ha tocado lidiar con estos personajes, hemos llegado a pensar en cierto momento, que hay luz al final del túnel, que finalmente las estupideces terminaron (porque sería imposible que hicieran otra más) pero ¡no! el imbécil se supera así mismo y logra alcanzar su mejor performance y le entrega orgulloso al mundo, otra obra maestra a su haber y es ahí cuándo entran mis frustrados cuestionamientos, ¿por qué?, ¿es en serio?, ¿no te has dado cuenta? o ¿sigues sin darte cuenta?, ¿cómo puede ser esto posible?, ¿es que nadie puede ayudar a esa persona a recapacitar?
La verdad, no importara tanto (al fin y al cabo, cada uno hace con su vida lo que quiere y hace lo que cree) pero, viene el gran pero, estos imbéciles se las arreglan para que sus acciones lastimen a otros, traigan consecuencias graves y encima, no reconozcan su responsabilidad ¡obvio que no! son tan imbéciles que buscan culpables en otros lados ¡ellos jamás serían responsables! entonces, ahí si que se complica el tema.

Frases como: "supéralo, no puedes cambiar a esas personas "; "ya no te enojes, son así de imbéciles" o "tenles compasión", se hacen inaplicables, simplemente se convierten en injusticia pura ¿a cuenta de qué debo yo de seguir comprendiendo tanta imbecilidad junta? No creo que en casos como stos, podemos apelar al respeto por el otro.  No podemos dejar de sorprendernos, dejar de expresar la frustración que causan; sería un error solapar a un imbécil por el simple cansancio que puedan generar sus repetidas acciones o por “respetar” al otro.  ¡No y no! el imbécil debe ser descubierto y expuesto.  Tal vez, alguno recapacite y un rayo de luz logre iluminarlo.

Es que tener un imbécil cerca (sin que puedas hacer algo al respecto, porque a veces no se puede hacer nada, están como pegados a la vida de uno) es una cruz que uno se ganó por alguna mala decisión o por la simple mala suerte; pero eso no quiere decir que tenemos que aguantarla de por vida... Yo no creo que Dios los haya enviado para darnos lecciones de vida (como dicen por ahí cada vez que no hay respuesta para las cosas) con una sola experiencia vivida con un imbécil, es más que suficiente para que uno aprenda, no es necesaria tanta tortura.  Por eso, al final de este escrito, creo que la pregunta está mal planteada, Dios no pudo crearlos, Dios no crea gente así, los imbéciles se crearon solitos y hasta se juntan. No es responsabilidad de Dios.  Más bien, estoy pensando que mi cuestionamiento debe ser cambiado a una súplica: ¡por favor Dios, ya sácame a los imbéciles de mi lado, están como pegados y no los quiero más!

Y mientras su desaparición se acerca, pienso que hay que seguir gritando lo imbéciles que son, no es justo que tantos inocentes sigan sufriendo a consecuencia de esta especie que anda suelta (y cuándo hablo de inocentes, no hablo de mi o de gente como yo, que le toca vivir con ellos alrededor, hablo de inocentes de verdad) No hay cómo aguantar en silencio, eso sería solapar sus daños y ya suficiente tengo con cargar esa cruz como para darle mi hombro para compartir sus consecuencias, a ese tren no me subo.  Yo, imbécil no soy.

(Ojalá tengas la suerte de poder zafarte de esta especie, si estás tiempo... ¡Corre!)